“Todo lo que el poder del mundo hace, lo hace en círculos” – Black Elk.
De mis pasatiempos favoritos es el estudio de los ancestros canarios y de su enigmático legado, el más apasionante. Vibro reviviendo su historia, descubriendo sus orígenes, costumbres, artes y creencias, honrando la procedencia de la sangre que fluye por mis venas.
La historia de mis ancestros no está descrita en capítulos conclusos en un volumen grueso y adusto, casi inerte, posado pesado sobre un estante de una biblioteca o en una vitrina olvidada de una librería. La historia de mis ancestros la vivo como el inesperado descubrimiento de un cofre embadurnado en polvo, abandonado hasta por el tiempo en el fondo de un armario, perteneciente a un ser querido ya difunto.
Rescatar este tesoro de la oscuridad y las polillas, descubrir su contenido generoso en joyas, enigmas y crónicas casi míticas, me salva de un presente muy incierto del cual no quiero sentirme desterrado.
De sus objetos preciados que encuentro en él, son unos recintos, unos cercados de piedra dispuestos de forma circular, llamados tagoros, los más palpables y visibles. Bajo este término, canarios y guanches daban nombre al lugar donde órganos colectivos de decisión (el tagoror) compuesto mayoritariamente por ancianos, parientes del máximo monarca (mencey), y otra gente de prestigio reconocido, llevaban a cabo deliberaciones asamblearias y otros encuentros de muy diversa índole.
Diversas fuentes documentales nombran la existencia de más de veinte tagoros por cada uno de los nueve menceyatos de Tenerife (Tacoronte, Abona, Güímar, Taoro, Anaga, Icode, Adeje, Daute, y Tegueste).
Desde nuestra actual perspectiva nos resulta difícil comprender e intriga lo que pensaban los que proyectaron y crearon estos lugares. ¿Qué se llevaba a cabo en estos círculos de piedra esparcidos por las islas, en los altos de la cumbre, en la cima de una montaña o segregados entre barrancos? ¿Qué ritos fueron aquellos los que describieron vagamente historiadores y descubridores en sus crónicas y diarios?
[…] este tagoror acostumbraban todos a tener delante de sus casas, mayor o menor, según la calidad y posibilidad de la persona, donde se juntaban a sus conversaciones. Y era costumbre que, cuando algún huésped venía, no entraban en casa, sino sentábase en el Tagoror sin hablar palabra, y cuando allí le veían salía el señor de la posada y entrábalo en ella (Espinosa (1594: 34v) 1980: 54).

Intuyo y se me confirma a través de diversas fuentes literarias que en el ámbito social de nuestras antiguas comunidades, todo era más espiritual, con sus religiones y supersticiones, forma de vida ésta, con la que se relacionaban entre ellos, y sobre todo con la naturaleza en profundo sincretismo ya que dependían de ella de primera mano.
En los tiempos que vivimos estamos tan imbuidos en lo material, que nuestras mentes tratan de negar que en pretéritos tiempos se tenía un concepto diferente de la vida, y esto resulta difícil de procesar por nuestras mentes; en consecuencia, existe una perspectiva en el análisis de la historia de aquellos que nos precedieron, que no se acaba de entender porque no resulta del todo adecuado, racional o comprensible.
Desde mi actual perspectiva proyecto el tagoro como un espacio donde un grupo de personas pueden constituir un campo mórfico fraternal y maternal cuando se reúnen formando un círculo sagrado, y como explica Jean Shinoda Bolen en su libro “Viaje a Avalon”, creándose un temenos, que significa «santuario» en griego. En estos círculos de fuertes cualidades femeninas, cada persona tiene la posibilidad y el apoyo de ser ella misma y un aspecto de todas las demás personas que forman el círculo. No existe una jerarquía vertical y, cuando el círculo es un temenos, constituye un lugar sagrado para expresar los verdaderos sentimientos, percepciones y experiencias.

Para que un círculo sagrado funcione como caldero espiritual y psicológico para el cambio y el crecimiento, es necesario que veamos a cada persona del círculo como una hermana o hermano que refleja aspectos de nosotros mismos. Esto significa que cualquier cosa que le haya ocurrido a ella podría habernos ocurrido a nosotros, que cualquier cosa que haya sentido o hecho es una posibilidad para nosotros, que ante él o ella no nos sentimos superiores, inferiores ni indiferentes. Esto no son sólo conceptos, sino la realidad emocional que se experimenta al escuchar a cada persona contando el sincero relato de su vida. Y aún podemos vivir una realidad emocional más profunda cuando somos conscientes de que experimentamos una intensa reacción ante otra persona porque representa algo que en nosotros tiene una fuerte carga psicológica y simbólica: no sólo reaccionamos frente a ella, sino frente a nosotros mismos.
Por estas mismas razones y tantas otras, estos círculos sagrados me inspiran a desarrollar a través de Canarias Mindful Travel (CMT) espacios y prácticas de apoyo para la interacción respetuosa de diferentes individuos en un grupo, storytelling como herramienta de transmisión oral, toma de decisiones y compromisos, co-envisionamiento, etc. Es además una herramienta primaria para la construcción de comunidad, sea cual sea su naturaleza, sea perdurable o efímera, estable o en movimiento, de la mano del mindfulness.
Esta práctica ancestral se conoce como Ways of Council y actualmente no cuenta con una traducción al castellano acordada. En ciertos grupos lo llaman “círculos con bastón de la palabra” o “el poder de la escucha”.
Council fue descrito por maestros zen como “escucha profunda”. Es lo que la física Rachel Naomi Remen llama “escucha generosa”, los cuáqueros, “escucha devocional” y en Sudáfrica “charla profunda”.
Council anima a los participantes a comunicarse de maneras que confluyan en una sensación enaltecida de un propósito compartido, y tiene el potencial de convertirse en un tiempo, lugar y práctica para la sanación, con una sensación de conexión con todo lo vivo.
Fomentando la escucha atenta y dialogos auténticos, la práctica de esta herramienta ancestral desarrolla confianza y nutre relaciones entre sus participantes, ofreciendo una alternativa a la dinámica de poder que puede surgir de la inequidad del estatus, raza, talla económica y otras estructuras jerárquicas. En el círculo, todos se responsabilizan de guiar el proceso, así que el espíritu grupal emergente, y la práctica misma, se convierten en la fuerza facilitadora primaria, con líderes sirvientes apoyando roles.
En CMT tenemos la intención de re-aprender, recordar, ofrecer, invitar y crear un consejo permanentemente abierto y dinámico como un acto sagrado de lo cotidiano, aquel de la escucha consciente y la expresión desde el corazón, y como un acto esencial hacia el desarrollo social de nuestra especie humana en nuestro planeta.