A pesar de la invención de todo tipo de ingenios del transporte, el ser humano sigue necesitando caminar y explorar sintiendo con sus pies la piel de su pequeño planeta.
Cuando hastiado de mi rutina, mi mente divaga hacia los pasos libres e infinitos que me esperan al otro lado de la puerta, de la boca de mi estómago surge la imagen solemne de una vara de pino o ciruelero, bien pulida por el agarre experto de una mano curtida.
Existe en nuestra tierra un sinfín de senderos y caminos reales, miles de kilómetros donde dar rienda suelta a nuestro espíritu errante. Sin embargo, hay uno en particular, ubicado en la isla de La Palma, que es la representación máxima de ese espíritu; el GR 130 – 131, más comúnmente conocido como “El Bastón”.
“El Bastón” ha adquirido en los últimos años gran relevancia gracias a la Transvulcania, una prestigiosa carrera de montaña que en algunas de sus ediciones a transcurrido a lo largo de esta ruta.
Si comenzamos el sendero en su extremo sur, nos desplazaremos en dirección al municipio de Fuencaliente, con el faro y las salinas como singulares exponentes. Desde la playa de Fuencaliente atravesamos la ruta de los Volcanes, y tras superar El Paso, el sendero conecta con la crestería de la Caldera de Taburiente. Luego saludamos al Roque de Los Muchachos y desde ahí, descendemos bordeando la parte oeste de la crestería hasta el Mirador del Time para, finalmente, llegar al puerto de Tazacorte.
Existe un punto entre el Mirador de Los Andenes y El Roque de Los Muchachos que ha inspirado numerosas reflexiones e historias. Allí se encuentra un dique fonolítico que emergió desde las ardientes profundidades, y que tras quedar al descubierto por la erosión, se erigió como una muralla natural que interrumpía el paso de los caminantes. Lo llaman La Pared del Diablo o La Pared de Roberto.
Parece ser que en algún momento del siglo S. XVIII se ordenó abrir un paso en medio del citado dique para facilitar el tránsito. Fue a partir de entonces cuando se comenzó a fraguar la leyenda.
Las primeras descripciones del dique fueron recogidas por eruditos y naturalistas durante el siglo XIX. Ese periodo fue el momento cumbre del romanticismo cultural. Es probable que por ese motivo abundaran los relatos sobre este topónimo que lo vinculaban con diferentes versiones de una historia de amor y desamor acaecida, como la mayoría de estos mitos, en forma de triángulo amoroso. Existen varias versiones de la misma, aunque la más aceptada por la población local ronda la temática aborigen. En ella el valeroso guerrero y jefe tribal Tanausú, se enfrenta a las tradiciones de su pueblo y quiebra una profunda amistad con Mayantigo para consumar su amor prohibido con su querida Acerina.
Hay una segunda versión sobre una muchacha que se acercó a Los Andenes en busca de la planta enamoradera para así cautivar a su joven amado. En su intento por hacerse con la planta resbaló precipitándose en el interior de la caldera. (Existe un documento elaborado por Sonia Petisco y Manuel Poggio Capote de ineludible lectura para comprender en profundidad la historia de esta leyenda).
Sin embargo, más allá de si la historia fue protagonizada por Mayantigo, Tanausú. Acerina o por la desdichada joven, lo que me intriga realmente es el nombre que dieron al topónimo en cuestión; La pared del Diablo o La Pared de Roberto.
Ahora mismo me encuentro a 10.000 metros de altura sobre la Europa continental, en un vuelo que me lleva de vuela a las islas después de tres años viviendo en Alemania. El zumbido incesante de las turbinas y el lento transcurrir del paisaje a través de mi ventada, me despiertan la vena reflexiva y la imaginación libre y juguetona de quien no tiene nada mejor que hacer. Vuelvo a la leyenda, y tiro de la madeja del nombre de la pared; Roberto, cuyo origen es longobardo, poco común en las islas en el siglo XIX, y que significa “Aquel cuya fama brilla”. Además, longobardo significa “barbas largas” y hace alusión al peregrino por excelencia en las culturas nórdicas, Odín. El celebérrimo J.R. R. Tolkien se basó en este personaje mitológico para crear el personaje del mago Gandalf, el Mago Gris. Tolkien le atribuye varios nombres. Lo denomina Mithrandir (El errante gris) y Tharkûn (El hombre del cayado) entre otros.Existe otra leyenda de origen normando llevada a la literatura y a la ópera. La obra compuesta por Giacomo Meyerbeer en 1831 narra, y canta, las tropelías y peripecias de Roberto “El Diablo”, personaje basado en Roberto El Magnifico, Duque de Normandía. El citado Duque adquirió este sobrenombre por la creencia popular que afirmaba que era hijo del mismísimo Lucifer. Esta filiación quizá se debía a estar implicado en la muerte de su hermano mayor para heredar el Ducado, y en sus continuos conflictos con su tocayo Roberto El Danés, Arzobispo de Ruan.
Hay dos cuestiones curiosas: Primero, que las primeras alusiones sobre la Pared de Roberto o del Diablo, sean coetáneas e inminentemente posteriores a la obra de Meyerbeer, y en segundo lugar, diablo es una palabra derivada de diábolo. Diábolo está constituida por los fonemas “dia” (a través de, entre dos) y “ballein” (el que se lanza, arrojar, tirar). Los dos fonemas parece que hicieran alusión respectivamente a las dos interpretaciones de la leyenda palmera. Uno al muro que separa el amor y el otro a la enamorada que se precipita accidentalmente en la caldera.
Podría seguir divagando sobre la Ruta del Bastón y el misterioso significado de la Pared de Roberto o El Diablo, pero el carrito con el pan y la mantequilla ya ha llegado a mi fila y las prioridades en un vuelo low cost de 5 horas son innegociables.
Ahora les toca a ustedes caminar por esos páramos agrestes y navegar en nuestra idiosincrasia isleña, desentrañando el significado profundo de sus incontables leyendas.
EL AUTOR
Isidro M. Sosa Ramos
Soy de Gran Canaria, pero me engendraron en Fuerteventura. Pasé mi infancia y la primera parte de mi adolescencia en Madrid. Luego residí nuevamente en Gran Canaria, Fuerteventura y posteriormente me trasladé a Tenerife. Allí residí hasta 2018, para trasladarme ese año a vivir a Alemania. En las próximas semanas regresaré a vivir en Tenerife de nuevo.
Tuve mi primer trabajo a los 14 años y, aunque mi profesión durante los últimos 25 años ha sido la de osteópata, he tenido tiempo para trabajar como educador, monitor deportivo, animador sociocultural, carpintero y cocinero.
Soy un asiduo practicante de diferentes deportes, un enamorado de montañas y bosques, además de un viajero sin destino cierto.
Por último comentar que la escritura es para mí un refugio y una vía de liberación.
Como creo que en esta realidad en la que vivimos todo está íntimamente conectado, sé que la vida me da todo lo que le doy, dejándome disfrutar de mis errores y haciéndome pagar por mis aciertos.