“En la contemplación de un árbol podríamos pasar enteramente nuestra vida” (Francisco Giner de los Ríos)
Información general:
El Drago milenario, situado en la localidad de Icod de los Vinos al norte de la Isla de Tenerife, es una de los emblemas de las Islas Canarias y Monumento Nacional. Tiene una altura de 18 metros y un perímetro en la base de 27 metros. Su antigüedad se estima entre 800 y 1000 años, lo que lo convierte en el más grande y longevo de su especie.
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Los dragos, aunque parecen árboles, en realidad son planta de porte arborescente, los cuales, al igual que las palmeras no tiene anillos de crecimiento.
Hay más de 120 especies de dragos, sin embargo, las más comunes y conocidas son la Dracaena Cinnabari, nativa del archipiélago de Socotra ubicado en el Mar Arábigo, y la Dracaena Draco, originaria de las Islas Canarias, Madeira, Cabo Verde y el oeste de Marruecos.
Este árbol ha estado siempre rodeado de leyendas y misticismo. Ya los romanos y los antiguos mercaderes de la edad media conocían las extraordinarias propiedades del drago, sobre todo por las singularidades de su sabia, que al contacto con el aire toma un color rojo intenso idéntico al de la sangre.
Desde el punto de vista medicinal la sabia de drago es rica en isoflabonas (antioxidante), lo que le confirió el calificativo del elixir de la vida eterna y la creencia en que alargaba la vida a quien la bebiera. Se utilizaba como tratamiento contra la diarrea, heridas superficiales, sangrados (rica en taninos), úlceras, disentería y fiebre.
A parte de las propiedades medicinales se usó también como incienso, como pasta de dientes, carmín, pegamento de cerámica, y como pigmento rojo para el teñido de la lana. A partir del siglo XVIII, la resina también se utilizó como barniz para violines.
En Canarias el drago estuvo sometido una tala indiscriminada durante muchos siglos, primero los aborígenes y posteriormente los europeos tras la conquista. Hoy en día es una especie protegida en peligro de extinción.
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Con las palabras que siguen, quisiera reconocer el enorme compromiso de los árboles en el sustento, continuidad y florecimiento de la vida.
Un árbol, con poquitos recursos crea imperios de diversidad. Es el elemento más estético del paisaje, y en no poca medida también uno de los más éticos, ya que ningún árbol existe para sí mismo.
“Vivir plenamente, es vivir con lo que vive”
Nací y crecí a la sombra del Drago Milenario, y esa tutela despertó en mí el aprecio por la quietud y la sensibilidad para con todo ser vivo que tuviera el propósito de enraizar y servir.
Sin importar lo lejos que me encuentre su voz antigua siempre me alcanza, y con tono grave y pausado se abre camino presentándome a los descendientes del Árbol de la Vida, a la hermandad vegetal del Grial de la Sangre de Dragón. Así fue como conocí y aprendí de los ficus, de las ceibas, de los árboles de bodi, y de la espesura de las selvas tropicales que proliferan al otro lado del mundo.
Sentado frente al Drago Milenario, me pregunto si serán verdad esas historias que cuentan, de cómo sus raíces se conectan misteriosamente con las raíces de otros árboles, sosteniendo un diálogo interminable en una red subterránea universal.
Puede que en esa conexión sea habitual comentar lo que pasa en la superficie, y puede que a través de sus ramas nos perciban a nosotros, los humanos, y esa manía pegadiza como el alquitrán de creernos originales y sujetos de derecho para la posesión y el expolio.
Cautivado por esa idea de conectividad e interdependencia, decido cerrar los ojos, escuchar mi respiración, y permitir que mi mente divague hasta sintonizar con la intranet de los árboles.
Una campana suena tres veces…
– “No entiendo por qué los seres humanos dejaron la arboleda para vivir una existencia tan miserable. Por qué cambiaron una vida fascinante a nuestro lado por una sujeta a la tiranía de la velocidad, al imperio de la comodidad y a la mediocridad de las pantallas.”
– “Si la vida es un diálogo permanente entre todos sus elementos, por qué los humanos representan un monólogo interminable que siempre empieza y acaba en ellos mismos”.
– «Por qué desprecian las destrezas que les dan de comer: El manejo de la fertilidad de la tierra, el ciclo del agua, los procesos esenciales de la vida, y por comodidad e ignorancia permiten que se destruya lo que más les llena y gratifica».
Una campana suena una vez…
Abro los ojos, pero la visión se demora. Tras la neblina voy tomando forma, sentado y consciente frente al Árbol-Grial , y rodeándonos a ambos las ráfagas cegadoras del mundo en llamas.
La rigidez y la opacidad de mi mente siguen ahí, pero esos muros poco a poco van perdiendo su poder de desalentar, ya no me definen. No importa si esta determinación la enciende el susurro de los árboles o soy yo mismo en busca sentido. Sea como sea, el pasado me quema la espalda, y la visión del futuro reducido a cenizas me aterra de tal forma, que no puedo seguir ignorando el grito de la sangre del dragón.
No necesito mas visiones, ni estar motivado, no necesito esperanza, ni fe, ni un mínimo de probabilidad de éxito. Aquí y ahora soy compromiso, un discreto aliado de las fuerzas que me siguen amando y cuidando en secreto, a pesar de ser su mayor depredador; su principal amenaza.
He decidido fundirme con la silueta regia del Drago Milenario y adoptar su actitud meditativa. Me dispongo a aprender de su integridad natural que sin interrupciones ni fisuras, disuade al caos y posibilita la vida. Quiero formar parte del sacrificio que hace viable todos los rincones de nuestro planeta, como hacen los padres que luchan por mantener el hogar intacto, y preservar un lugar donde sus hijos puedan regresar, encontrar sentido, y descansar del desencanto.
Ahora toca levantarse y andar. Me sigue tu presencia plena, y la serenidad de haber aceptado el día y la hora de entregarme a la tierra y unirme definitivamente al mantra de la intranet de los árboles.