Nací en un pueblo de la isla de Tenerife llamado Icod de los Vinos. Desde siempre me ha hecho feliz que el símbolo más representativo y representado de mi localidad natal fuera un ser vivo excepcional, el Drago Milenario.
Mi primera experiencia laboral destacable comenzó cuando tenía 11 años, trabajando en la agricultura y en la construcción de la mano de mi padre. Mi padre, que era un hombre hecho a si mismo, recto y de firmes principios, le preocupaba que pudiera convertirme en un niño consentido, con lo que su prioridad educativa fue que desde pequeño aprendiera lo que significaba el respeto y entendiera todo el esfuerzo que hay detrás de las cosas que nos hacen la vida más cómoda. Así que, cuando tocaba trabajar, no existían distinciones por edad, condición o cualquier otra consideración; algo que agradeceré toda mi vida.
La filosofía, la educación, las ciencias políticas y la sociología fueron los campos en los que profundicé en mi época de estudiante, tanto a nivel formal como participando en varios movimientos sociales y plataformas reivindicativas. Paralelamente, mi hermana me introdujo en la meditación Zen, y desde entonces la meditación ha estado presente en mi vida de una forma más o menos continuada.
Después de finalizada mi época en la universidad, siguieron otros trabajos en educación y en varias ONG de cooperación internacional. Desde que cumplí los 18 años, comencé a viajar con bastante frecuencia, normalmente con la motivación de unirme a encuentros de formación o activismo político. Como el dinero no sobraba, intentaba reducir los costes del transporte y el alojamiento a través del intercambio con una red de amigos que cada vez se iba hacienda más extensa, y me llevaba a lugares cada vez más lejanos. Durante el invierno me tocaba a mi ser el anfitrión, y como Canarias es un destino muy apetecible, era raro el mes que no tuviera huéspedes en casa y/o tuviera que emplear los fines de semana para hacer de guía turístico. Digamos que, sin saberlo, fui uno de los pioneros en el Couchsurfing.
En el 2007 me mudé a Camboya, donde me casé, y donde unos meses más tarde comenzó mi andadura como agente de viajes receptivo. Durante los siguientes 12 años me especialicé en el diseño de programas de viaje y en el acompañamiento de grupos de viajeros a lo largo y ancho de la geografía de Camboya y el Sudeste de Asia. Entre nuestros programas más populares e innovadores destacaban las experiencias de yoga y meditación en Los Templos de Angkor, y los recorridos de inmersión cultural y de convivencia con la población local.
Con los años, y sobre todo tras el nacimiento de mis dos hijos, comencé a preocuparme por las consecuencias de mi ritmo de vida hiperacelerado, y la proliferación en mi entorno de un modelo único de bienestar y de éxito que no tiene en cuenta ni las necesidades de los demás ni el cuidado de nuestro planeta.
Fue en este contexto, cuando comencé a reconocer en Canarias un potencial increíble para reconciliarnos con lo esencial de nuestra condición humana, mejorar la calidad de vida de las personas que entran en contacto con su energía y potenciar su trabajo de desarrollo y recuperación interior.